lunes, 29 de septiembre de 2008

Elena 1975


En aquellos días comían de la vocación, no era como hoy, todo ha cambiado tanto… entonces lo último que se le ocurría a un joven era dedicar sus mejores años al estudio de unas putas oposiciones a un aburrido ministerio, trepar para ser antes de los treinta y cinco un ejemplar directivo de la mini empresa explotadora de turno, al ahorro compulsivo para la entrada de un pisito mono a las afueras, por supuesto a medias con la pareja perfecta aquella que conoció en primero de facultad… Todo ha cambiado, aquella libertad por la que Elena y sus compañeros lucharon se convertiría años más tarde en esta engañosa calidad de vida. Pero allá por el 75 no había atisbos de esta tragedia y en este caso Elenita fue a parar a una ciudad demasiado lejana. Mientras, su padre, un buen hombre, si conservador acérrimo, vale, pero era su padre, la extrañaba, era la menor de tres hermanos varones, se castigaba por no haberle permitido ser ella misma, pues la conocía y debía haber previsto que esto era lo que ocurriría. – Elena- decía él con tono calmo y severo- no sigas por ahí, eres incorregible, anda ve a la escuela parroquial que te espera tu prima Pili- ¿Por qué no supo tratarle como lo que era? una mujer diferente a su esposa, a su prima Pili… Ya era tarde, estaba muy lejos de casa para cuando reconoció a su pequeña, el, que le dio todo, un buen colegio de monjas para que se formase como una perfecta señorita, eludía hablar de política para que sus hijos no tuviesen dudas sobre el bien y el mal, pues ya sabía donde radicaba y con esto bastaba. Así fue, sus hermanos varones no lo dudaron, Carlos se casó con la hija de D.Alfonso, el gestor de los pequeños negociantes del barrio, y allí mismo se colocó. Juan abrió un pequeño taller mecánico a dos calles de su casa, un golfillo, pero eran los años setenta y el un pincel con dineritos, y Jesús se quedó en casa de mama y papa, el eterno estudiante de derecho, la promesa de la familia. - ¿Qué hicimos mal con Elena entonces? – se preguntaba este pobre hombre sentado en el balcón esperando verla volver cabeza gacha. Había marchado poco a poco, lejos, muy lejos, donde jamás la gente del pueblo habría imaginado. La sociedad mundial cambiaba, y ella había llegado a una ciudad en la que para empezar no entendía el idioma, pero que importaba, hay lenguajes que son universales, y más en una ciudad como Nueva York, mientras que en su país se ejecutaban los últimos fusilamientos y se daba paso a un nuevo régimen, ella se abría paso en un continente totalmente desconocido, para ello estaba el Profesor Adams, especializado en literatura latinoamericana, gran conocedor de autores españoles, arrogante como el sólo, sarcástico, embaucador, pantalón campana, melena cana sobre los hombros, y una mirada que derretía a aquella muchacha con pinta de lo que era, una provinciana de país dictatorial, tapadita, tonos grises y marrones. Como dijo Balzac “la indumentaria es la expresión de la sociedad”, y ella había aterrizado en un lugar donde las flores habían estallado hacía ya tiempo y la silueta femenina marcada en pantalones de talle alto tenía gran protagonismo en aquellas mujeres. Aquella ciudad, que en ese mismo año había tocado fondo y se tuvo que declarar en bancarrota te suena, ¿no? Ya sabes los ciclos de la economía, bueno, el caso es que esta con quiebra y todo la acogió y la convirtió en la mujer que es hoy.
Por aquel entonces contaba 20 años de edad, una mirada aun de niña que todo lo quiere aprender, cuerpecito de pecado, y con una cabeza demasiado inquieta, a veces ella misma se asustaba, jamás estaba relajada, todo el día maquinando qué hacer en los minutos libres, - qué no se escape el tiempo que no vuelve – se decía a sí misma continuamente.
No era usual una chica de su país en un lugar como este. Hoy todos vamos a nueva york, incluso como el que va a la bodeguita del barrio, acudimos para rentabilizar nuestros super euros en ropa de diseñadores por la Quinta Avenida, objetos electrónicos, música, libros, etc, pero en el 75 esto nos quedaba muy lejos, lo suyo era Londres, of course, lo de irse a la aventura a NY no pasaba ni por la mente, eso sí, no olvides que esta chica era diferente y tenía necesidad de huir muy lejos. Sus necesidades, ya me entenderás, eran diferentes…

domingo, 21 de septiembre de 2008

Elena 1974

Quisiera plasmar con fidelidad los hechos que acontecieron hasta el día de hoy, las aventuras y desventuras que debiste correr en los primeros años de tu juventud, la racionalidad temprana que te llevo a ser la persona que hoy eres, la expoliación de tu inocencia, etc… pero esto es imposible pues nadie, ni siquiera tu es capaz de recordar con fidelidad cuando se ha sufrido y amado como tu. Así que con tu permiso, recrearé en mi mente a partir de tu partida una historia que siempre imaginé.
Una historia en la que la joven Elena marchó de su pueblo, un pueblo grande pero al fin y al cabo un pueblo, marchó cuando las mujeres aun carecían de iniciativa, supongo que por esto mismo marchó, en aquel entonces asombraba su curiosidad política, sexual, estética, algo que hoy no parecería en modo alguno fuera de lugar, debido a la posición que hoy treinta años más tarde tenemos. No olvidemos que aquél país estaba sometido a la vigilancia continua, a la felicidad impuesta de domingos de misa, estofado de patatas día si y día no, mujeres sumisas a hombres donde de puertas adentro lo que sucediera por violento que fuese no dejaban de ser disputas matrimoniales, nada que no se arreglase con un padre nuestro. Pero ya estaba cerca la explosión y Elena lo intuía, su alma inquieta no pudo y marchó. Guiada por consignas que lejanamente venían de otros lugares, paz, libertad, amor… confiada, pues no tenía nada que perder, sola, imagino que en alguna ocasión estuvo asustada, pero todo estaba cambiando, y ella lo disfrutaba, por fin encontraba otras Elenas en el camino, también huidas de sus pueblos en busca de la ansiada y famosa libertad, la explosión había llegado y los jóvenes del continente estaban deseosos de compartir, de amar… Era el escenario perfecto para una chica como ella, y en aquel escenario hizo su aparición estelar el personaje principal del primer acto, el sabio profesor maduro, maestro en apariencia de todo tipo de disciplinas, pero sobre todo de la práctica del ardid más elegante, el personaje perfecto del que engancharse…