sábado, 8 de octubre de 2011

Tres - II Parte

II. Su voz al teléfono primero, sus manos se rozaron en aquel estrecho pasillo gris un día cualquiera. Ella era una niña preguntona y muy intuitiva, eso creía al menos, intuyó que el estaba cargado de respuestas. El estaba encantado de responder a todas las cuestiones que ella le planteaba, al fin alguien valoraba sus tan profundos conocimientos de la vida, y entre preguntas y respuestas se abrió una cajita, sin darse apenas cuenta ambos despertaron, sin darse apenas cuenta se enredaron en un baile de lenguas, sin darse apenas cuenta perdieron el tan ansiado control de sus vidas, sin darse apenas cuenta enfermaron.
El juego de preguntas y respuestas no terminaba, sólo que el ya no sabía que contestar, ella enojó pues no daba crédito a aquella situación, creyó que el siempre respondería, el, por vergüenza tal vez, en lugar de reconocer su derrota, desaparecía y regresaba hasta que ella volvía a la carga con la batería de preguntas, desaparecía y regresaba porque este juego, como todos, contaba con el factor adictivo. Enfermos que necesitaban su dosis, se entregaban al juego de manera desmedida, provocaba miedo a lo que les observaban, sabían en cada despedida diaria que esto terminaría por destrozarles pero el rato que jugaban se procuraban un placer tan intenso que el valor de sus vidas pasaba a un segundo plano.

Un día les vi haciendo el amor desde mi ventana, lo comprendí todo, el la tomaba como a una niña pequeña primero, la dejaba en la cama con una ternura paternal, ella le miraba con pasión y parecía que pidiese amor a gritos con el brillo de sus ojos, el encima, a ella apenas se la veía ya, el le pedía que abriese las piernas, obedecía y la penetraba durante largo rato, ella recibía ese amor que momentos antes le suplicaba, el no podía dejar de mirarle a la cara, esa belleza le provocaba una nueva erección y volvían a hacerlo una y otra vez, ella desde abajo se agarraba fuerte a su enorme espalda y cuando terminaban el se dejaba caer sobre su pequeño cuerpo, solo unos instantes, luego la volvió a tomar y la llevó al baño, me sorprendí a mi misma con una lágrima asomando mi cara, cuando el la metió en la bañera con una delicadeza extrema, le lavó el pelo, un pelo larguísimo, luego las axilas, siguió y se detuvo con mimo en el sexo, ella cerraba los ojos y cuando terminó y la secó la volvió a dejar en la cama, se vistió, de nuevo una impecable camisa azul y se marchó. Me extrañó después de tantísimas muestras de pasión y amor que la dejase allí dormida.

La pobre niña preguntona se mudó de mi edificio a los dos años, tardé en volver a verla, me alegré mucho, la recordaba con una expresión triste en sus bonitos ojos, viajaba sola, decía que era muy independiente, yo imaginaba que el la seguiría dejando dormida y huyendo sin respuestas, pero su rostro se veía ahora más relajado. Me enteré, que con ayuda de sus familiares y amigos, tras una profunda recaída que la llevó a enfermar, pudo superar la adicción, fue un año intenso de cura, lenta y tenazmente lo logró. Al menos eso decía...


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