lunes, 11 de julio de 2011

El partido

Qué amargo sabor provoca el final de un partido que no se jugó pese a que el tiempo corría a favor de los jugadores, la brisa era perfecta para los espectadores, el calor aún no había llegado como para hacer de este partido un partido húmedo y soporífero, la brisa les golpeaba la cara continuamente haciéndoles sentir ganas de salir al campo y correr hasta conseguir la victoria, el cesped estaba recién cortado, era perfecto para sus zapatillas nuevas, tal vez por ser tan nuevas tenían miedo de no controlarlas y caer de una forma tonta, pero que puede provocar severas lesiones como para seguir jugando otros partidos. Finalmente decidieron no salir, y se quedaron con sus nuevas y flamantes zapatillas mirándolas con cara de bobos y se marcharon a casa, se las quitaron y las colocaron en las estanterias con una extraña nostalgia, con un poco de rabia porque el temor a caer, el temor a las rozaduras, el temor a lo desconocido fue el verdadero ganador de aquel partido de aquella bonita tarde de julio.

2 comentarios:

PSYCOMORO dijo...

Como la vida misma, cuando los instantes previos a descubrir de qué eres capaz se empeñan en atarte al pasado. En ocasiones las botas pesan demasiado pero el recuerdo de un partido que nunca se jugó pesará mucho más.

Vagamundo dijo...

Si las zapatillas son objetos, están para usarlas, y gastarlas. Si no te la juegas, con el riesgo de perder 10-0 y sin tocar el balón, serán los objetos los que han jugado contigo.

Si las zapatillas NO son objetos, que nos eneñen que también se puede jugar descalzos.

Bonita metáfora, en todo caso. Un abrazo.