domingo, 20 de abril de 2008

Sueños

Un cuarto de baño muy pequeño, más bien un aseo, estrecho, por este orden al abrirse la puerta, a la izquierda, lavabo, wáter, placa de ducha y pare usted de contar, los azulejos blancos, algunos picados por el paso del tiempo y la mala calidad. Una niña abre la puerta, con los ojitos aún a medio abrir, su madre frente al espejo que hay sobre el lavabo se pinta los labios, son las 7.40 de la mañana.
- Mama, ¿sabes lo que he soñado esta noche?.
- Luego me lo cuentas cielo, mama va con prisa al trabajo.
- Pero es que ha sido tan real … ¿crees que ha podido suceder mientras yo creía que dormía?
- No Sofía, los sueños, sueños son, y tu tienes una imaginación desbordante. ¿Por qué no hacemos una cosa? Aprovecha que recuerdas con exactitud tus sueños, los escribes, los adornas como en los libros que te doy para leer, y cuando llegue del trabajo los leo. Te sorprenderás cuando los encuentres en una caja de mudanzas llegado el momento de tu ser adulto.
- Pero mama… yo … ya no me acuerdo ¿ves? Además me hago un lío cuando me dices que escriba lo que me transmiten los libros que me regalas, yo cierro los ojos y es increíble, porque aunque los demás no lo vean yo vivo a ratos en esos mundos, pero escribir lo que solo yo veo es muy difícil mami, no soy tan inteligente.
- Si lo eres, eres y serás todo lo que quieras ser. Ahora venga no te entretengas más, lávate y date prisa llegues tarde al cole.

Han pasado como 20 años, un soleado día de marzo, Sofía a sus 29 años cargaba ya tres mudanzas a sus espaldas y decidió que en esta había llegado la hora de tirar las cosas viejas que guardamos porque nos da penita pero que ocupan mucho espacio. El piso estaba genial, con vistas al casco histórico de esta nueva ciudad que se abría paso ante sus ojos, de nuevo tenía que comenzar de cero, le hacía mucha ilusión, porque siempre había sido una niña inquieta y como mujer no podía estarse mucho tiempo en un lugar. Era un edificio muy antiguo, había alquilado la buhardilla, era pequeñita. Estaba sentada en el suelo, yo sentada en la cama. Sin venir a cuento me dijo que por favor me marchase, que me agradecía la ayuda pero que prefería desembalar lo que quedaba poco a poco ella sola. Cuando me fui, se me quedó grabada la escena, ella en el suelo con una especie de diario en tonos vainilla y rosas, con ositos, típico regalo de cumpleaños en las niñas de nuestra generación. Tenía la mirada perdida, no estaba en aquél lugar, desconocía el contenido de aquel librito y francamente me intrigaba.
A los dos meses Sofía recogió sus pertenencias y desapareció. Yo lo tomé como una huida, no entendía nada, desde aquella mañana en que me pidió que la dejase sola, apenas sabía de ella, iba a la oficina de la agencia de viajes donde trabajaba y poco más. Un día sin más desapareció totalmente, en plena ebullición de la primavera.
Ayer recibí una carta suya, algo que a día de hoy me sorprendió mucho, hacía años que no recibía correspondencia que no fuese del Sr. Banco, del Sr. Ayuntamiento, pero de amigos no, ¿para qué? La nueva correspondencia era electrónica, mucho más rápida, más divertida… pero la emoción de ver mi nombre escrito con su letra me embargó aun antes de abrirla. Primero de todo pedía disculpas por su comportamiento, por su huida, para después contarme con las más dulces de las palabras, que de nuevo andaba en su ciudad natal, trabajando en una panadería de su barrio por las mañanas y que las tardes las pasaba en la residencia donde su madre pasaba los días desde hacía un par de años, enajenada y con los recuerdos perdidos. Me contaba que pasaba las tardes a su lado en un banco de piedra del jardín de aquél lugar, leyéndole los sueños encontrados de su infancia, escribiendo cuentos para niños curiosos y que era muy feliz, no sabía por cuanto tiempo, pero de momento las lecturas por las tardes a su madre, escribir de noche tras su visita, y tratar con la gente del barrio por las mañanas le hacía feliz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

magnifico, me has sorprendido este ultimo relato. Te leo todos los dias, aunque no me he atrevido a dejar ningun comentario. Sigue así, tienes mucho que decir

Anónimo dijo...

Bonito, muy bonito...